La Paciencia
por Henry Leguizamo
La capacidad que poseen algunas personas de fluir con los hechos, de no pelear con el reloj y esperar los imponderables en calma, es algo para imitar. Sin gastritis, insomnio o estrés. La premura es un vicio que mata.
Las personas pacientes no dejan que la incertidumbre los afecte, se entregan a las situaciones inmanejables con relativa facilidad y sin tantos reparos. Admitir que no se tiene el control absoluto y aceptar lo peor que pueda ocurrir, es uno de los rasgos más determinantes de la sabiduría.
La paciencia es reposo interior, tranquilidad del alma, mansedumbre sin afanes.
Por el contrario, la impaciencia es pariente directo de la ansiedad. No solamente sobrecarga la mente, sino que nos vuelve impulsivos y descontrolados. Si nos autobservamos con cuidado, veremos que una buena parte de los errores que cometemos a diario son generados por no saber esperar. Muchas veces, unos minutos más hubieran bastado para que la solución, por sí sola, se hiciera presente. Presionar los hechos no siempre es bueno. Es indiscutible que a veces hay que empujar para que las cosas se nos den, pero la gran mayoría de veces, es mejor hacerse a un lado y dejar que Dios se encargue de los detalles.
Mientras la persona impaciente sufre los rigores de una existencia agotadora y desgastante, la persona paciente se le recuesta a los ritmos naturales. Uno compite con el azar y el otro le sonríe al destino.
La paciencia es un fruto del cual nos quiere llenar el Espíritu Santo, para que vivamos con ella (Gálatas 5: 22).
Aceptar el fenómeno de esperar es una virtud difícil de cultivar, porque implica reconocer las propias limitaciones y bajar la cabeza. Significa dejarse llevar por las circunstancia y hacer las paces con la necesidad de control. Es aprender a estar quieto en primera base. Y afrontar las prórrogas sin el desespero de lo inminente.
¡La paciencia crece mejor cuando el camino es escabroso! ¡Déjenla crecer! ¡No huyan ni se atemoricen por las dificultades! Porqué cuando la paciencia
alcanza su máximo desarrollo, uno queda firme de carácter, perfecto, cabal, capaz de afrontar cualquier circunstancia.
(Santiago 1: 2-4) B. al día
ESPERÉ EN DIOS,
Y ÉL ME AYUDO
(Salmos 40: 1-3)
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