COMO A TI MISMO
La autoestima está de moda. Aprender a quererse a sí mismo es la clave de cualquier superación personal. Según algunos, una forma de trascendencia. Ya no solamente importan los demás, sino uno. Mucha gente está cansada de cargar resignadamente con los problemas ajenos, sin haber resuelto los propios.
Esta revolución mental, bien manejada, como nos instruye la palabra de Dios, cuando nos dice: "Les pido que no se vean mejores de lo que realmente son. Más bien véanse ustedes mismos con moderación, teniendo un concepto sobrio y sensato de si mismo, según la capacidad que Dios les ha dado como seguidores de Jesucristo." (Romanos 12:3). De esta manera permite una especie de reingeniería interior, donde las personas comienzan a sentir que en realidad no son tan horribles ni tan malas. Que todos somos una mezcolanza de virtudes y defectos y que, en ultima instancia, la valía personal, la esencia, nunca está en juego. Soy fundamentalmente apreciable y por lo tanto debo cuidarme. Soy un milagro, creado por Dios, que no puede despreciarse. No tengo por qué sufrir innecesariamente.
La felicidad que otorga la autoestima, asusta. Hay gente que cuando se siente bien consigo misma, se confiesa, busca consejo espiritual, o buscan ayuda con un sicólogo, argumentando: “Me estoy sintiendo raro”, y lo que verdaderamente les ocurre es que tiene el amor propio activado. Para los que no saben amarse a sí mismos, la alegría es una forma de despersonalización. Fortalecer la autoestima no implica volverse un epicúreo enloquecido en busca de placer, ni un narcista insoportable, sino autorrecompensarse y disfrutar con responsabilidad. Puedes hacer lo que te plazca, siempre y cuando no sea dañino para ti ni para otros.
No tienes por qué autocastigarte y volverte un doliente de tiempo completo. Las personas que se quieren a sí mismas de manera adecuada (sin culpa, sin miedo, sin arrogancia) logran una calidad de vida mucho mejor que las que se odian. Las ventajas son evidentes al menos en tres áreas.
En primer lugar, la buena autoestima fortalece la persona. Esto significa una mayor seguridad afectiva y racional. De una manera sorprendente. Los problemas se transforman en retos y no en dolores de cabeza. La autoestima debería enseñarse a toda hora y en todas partes, Es mucho más importante que saber física, ganar las olimpiadas matemáticas o lograr entender la más intrincada fórmula química. Y no es que las ciencias anteriores sean despreciables, (aunque algunos ni les gusta que se las mencionen), sino que el aprendizaje sin autoeficacia y sin confianza en uno mismo es imposible. El principal requisito para avanzar intelectualmente es la convicción de que sí voy a ser capaz.
Un segundo beneficio, de la buena autoestima se refiere a la salud. Las investigaciones han demostrado que cuando estamos en paz con nosotros mismos, todo el organismo funciona mejor y la mayoría de los procesos inmunológicos se fortalecen. El cuerpo, inexplicablemente, le cree a la mente; es decir, si no me soporto a mí mismo, me enfermo. Me autoaniquilo.
Otro factor es el amor por los demás. Uno no solamente da lo que es, sino lo que cree que es. Si me siento como una cucaracha, si la vergüenza me persigue, si pido disculpas hasta para respirar, si escapo a los elogios y si me siento culpable cuando estoy contento, no tendré mucho que dar. Mi expresión de afecto será deslucida y enclenque. El amor es una experiencia que siempre se refracta en lo que somos. Cuando alguien nos quiere de verdad, ese sentimiento nos atraviesa de lado a lado. Por tal razón, el afecto positivo siempre tiene un componente autorreferencial. Si no creo merecer el amor que me profesan, no sabré que hacer con él, la ternura será un encarte. Aceptar tranquilamente el amor interpersonal, sin prevenciones, desconfianza o recelos, es el mejor indicio de que la autoestima anda por buen camino. Entonces podemos andar en el mandato que nos da Dios, en cuanto a: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”(San marcos 12:31). La verdad es muy complicado amar a un ser que no se quiere a sí mismo, porque no hay receptor.
Si gracias a la autoestima podemos incrementar la seguridad personal, enfermarnos menos, amar cómodamente y sin miedos,¿no se justifica su promoción? ¿Por qué no hacemos de ella una obligación simpática?. Deberíamos regalarla en las esquinas, los colegios y las casas. Envasarla, beberla con todos los “autos” que podamos, (autoconcepto, autoimagen, autoeficacia, autorrespeto, autorrealización, autoconocimiento) hasta reventar de autoestima. Deberíamos hacerle cosquilla a la baja autoestima; Y sin caer en ella, inflar la estima cariñosamente.