Cuando en ocasiones todo parece confabularse en nuestra contra y la probabilidad se vuelve sospechosa le echamos la culpa al destino (“Estoy marcado”), a Dios (“¿Porqué nunca se acuerda de mi?”) a la vida (“Desgraciada existencia!”) o a la energía negativa (“Voy a tener que colocar la cama mirando para otra parte”). Poner el control afuera nos excusa de toda responsabilidad y nos aproxima peligrosamente al pensamiento mágico e ingenuo de la antigüedad, que todo era culpa de los “dioses”. De hecho, si todo lo que me ocurre se debe a las inclemencias externas o a los imponderables sobrenaturales y cósmicos, no queda más que sentarse a esperar, quemar incienso o trasnochar en cualquier ritual de ultratumba. Depositar las posibilidades de cambio en los designios foráneos olvidando las posibilidades que tenemos es desconocer la esencia humana.
Los que prefieren ubicar el punto de control por fuera de su territorio suelen ser fatalistas y resignados antes de tiempo. Utilizan el típico pensamiento evitativo: “Nada puede hacerse”, porque no tiene sentido luchar contra lo incontrolable. Se olvidan que a veces hay que intentarlo. Nadie niega que hay cosas que se escapan del control personal, como por ejemplo las influencias genéticas en nuestra manera de ser o el impacto de alguna “Tormenta perfecta” sobre la estabilidad afectiva o laboral (seria demasiado irracional atribuirse el dominio total). No obstante, al menos en lo que corresponde a la propia vida, tenemos más peso del creemos. Dios nos da el papel y la tinta, pero cada uno escribe su historia. Construimos gran parte del ecosistema social/afectivo en el que habitamos. En cierta medida, somos “La suerte”, sea buena o mala.
Vivir es elegir. Podemos seleccionar infinidad de cosas, salirnos del camino y volver a entrar. Podemos protestar, decir No con mayúsculas, escribir “uevo” sin hache o desperdiciar la vida como más nos plazca. En cada acto de decisión, por acción u omisión, construimos el supuesto destino. Esa es la verdad.
Soy el resultado, no solamente de los medios de educación y la publicidad, sino de mi actitud frente a ellos, de mi valentía o mi obsecuencia, de mis temores y mis odios; y aunque mi aporreado “yo” tenga que aguantárselas, debo hacerme cargo de cada metida de pata, de cada error y cada acierto: Quizás de una u otra forma pueda decir que vivió intensamente aprendiendo a ser lo que es, de salto en salto y de tumbo en tumbo, asumiendo sus propias consecuencias. La doble función del que no se ubica tan lejos ni tan cerca, sino en el medio justo, ante la arrogancia del que se cree mucho y la conformidad del que no se siente capaz.
…..OS HE PUESTO DELANTE
LA VIDA Y LA MUERTE,
LA BENDICIÓN Y LA MALDICIÓN;
ESCOGE, PUES, LA VIDA,
PARA QUE VIVAS TÚ
Y TU DESCENDENCIA……
(Deuteronomio 30:19).
LA VIDA Y LA MUERTE,
LA BENDICIÓN Y LA MALDICIÓN;
ESCOGE, PUES, LA VIDA,
PARA QUE VIVAS TÚ
Y TU DESCENDENCIA……
(Deuteronomio 30:19).
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