viernes, 11 de julio de 2008

NO ME INTERESA !!!

La vida afectiva, el vínculo que establecemos con las otras personas nos convierten en individuos socializados. No se puede vivir sin amor. Venimos preparados para intercambiar impresiones y entrelazarnos con los demás. Aunque algunos se replieguen, se enrosquen y esquiven el alud amoroso que llega desde afuera, no hay vuelta de hoja, las relaciones interpersonales son el motor del proceso de humanización. La mente no es solamente un fenómeno biológico, sino social/vivencial. El contacto con la gente es tan natural como respirar y su ausencia enferma y limita severamente las capacidades de adaptación al mundo.

Pese a lo anterior, hay sujetos (más hombres que mujeres) afectivamente empobrecidos y desvinculados. Individuos que han hecho un corte radical con sus emociones y la expresión de las mismas. Planos, apagados y sin ganas de establecer lazo alguno, viven en una realidad cada vez más desolada. Si bien a veces pueden llegar a deprimirse, no hay deseo que los mueva ni pasión que los empuje más allá de su limitado territorio sentimental. Carecen de la energía y vitalidad requeridas para intercambiar amor. No les interesa.

Las relaciones de noviazgo o cualquier tipo de compromiso similar son vistas como una intromisión indiscreta o un obstáculo para la autonomía. Si la independencia se convierte en obsesión, estamos a un paso de constituir un prototipo de personas con trastornos, que se manifiesta con: alejamiento, restricción afectiva, carencia de hedonismo y algo de paranoia. Nada los sacude, ni la critica, ni la desaprobación ni la devoción. Inmutables.
Volverse un “lobo solitario” para evitar que los otros se entrometan, no tiene nada de ejemplar. El retraimiento sano (investigación de uno mismo) no elimina la posibilidad de amar, la deja en suspenso o la trasciende en algún ideal, pero no la destruye.

Los ermitaños afectivos son apáticos y malos lectores de sentimientos, porque aparentemente no los necesitan. Hay cierta autosuficiencia fastidiosa en ellos, una autoimagen inflada: “Puedo prescindir de ti”. Es posible que no se de cuenta de que los amen, ni de que están enamorados. Su clave es el recogimiento y la muerte afectiva.
Obviamente el romanticismo está totalmente aplacado y por ende el contacto físico. Hay una frialdad implícita, casi descarada, que brota desde lo más profundo, sin tapujos ni disimulos. La negligencia en el querer es como una frigidez del alma.

Este estilo configura una dimensión, es decir, un continuo. Habrá algunos que puntúen diez y otros, apenas uno. Podemos ser muy insensibles y desconectarnos del cariño que nos prodigan, o sólo hacerlo de vez en cuando. La pobreza amorosa suele estar acompañada de cierta vaguedad en el modo de pensar. Los que no son capaces de conmoverse, también pierden agudeza, humor y la chispa de la jovialidad. O sea, aburrimiento crónico y, por desgracia, contagioso.

Convivir con ellos puede resultar imposible. No solamente porque la indeferencia genera rechazo y pérdida de autoestima, sino porque la vida cotidiana requiere un mínimo de comunicación y respeto. Por definición, la insensibilidad y la falta de interés de la pareja siempre son ofensivas y dolorosas.

El primer requerimiento de cualquier relación saludable es la necesidad de ser amado. Sentir que nos hace falta un abrazo caluroso, un apretón, el gesto amable, la caricia oportuna o inoportuna, el mimo y el embeleco, es un buen comienzo. No me refiero al desespero de mercadearnos “sin ton ni son” para que nos quieran. De lo que hablo es del derecho a realizarnos en el acto de permutar complacencia, simpatía, ternura y proximidad apasionada. Me refiero al don y al placer de extasiarse en el otro hasta desfallecer y viceversa. Algo de lo cual, los encapsulados y los ermitaños afectivos ni siquiera se enteran. Hay una gracia especial en la comunicación que al perderse contamina.


Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados…. (Hebreos 12:15).

1 comentario:

Anónimo dijo...

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