La vida es un eterno ciclo de nuevas oportunidades. El fracaso se nos presenta la vuelta de la esquina, y muchas veces, este estigma no nos deja seguir adelante. Se ha tipificado, que si fracasamos, no hay vuelta atrás. El lamentable estado a seguir, es de hundirnos en una total depresión, y no seguir adelante. Tirar todo por la borda y desistir. Renunciar a nuestros sueños, y convertirnos en seres opacos y sin vida. Vivir por vivir, respirar porque se tienen pulmones, despertar porque es de mañana, los pies nos pesan y la vida nos pesa aún más.
Al día de hoy hay tantas oportunidades, en las cuales podemos caer. En nuestros negocios, en nuestras vidas personales. Muchas veces en los estudios, hay una amplia variedad de ocasiones en las cuales podemos fallar. De eso se trata la vida, de un continuo test de capacidades, para ver si se alcanza y se completa una meta fijada. Y no importa, cual sea la hazaña que querramos emprender, o la aventura que querramos tomar... siempre hay un miedo a fracasar, a caer, a no completarla. Muchas veces nos llega sin nosotros esperarlo.
El concepto anterior es visto desde los ojos del hombre, del humano limitado que no puede ver más allá de tres metros a la distancia. Cuando las fuerzas se acaban, ya no hay más que hacer. Son pocas las personas que se levantan y enfilan el camino de nuevo. Son pocos los héroes que han quemado sus barcos para retarse y animarse a caminar en lo incierto en busca de nuevos caminos.
Que difícil sería la vida si lo anterior fuese cierto. Si los humanos estuvieramos predeterminados a triunfar, y el que no triunfa es desechado por una sociedad perfeccionista, que solo aplaude a los ganadores, y no valora el esfuerzo hecho en el transcurso de llegar a la meta. Que absurdo sería pensar, que si no ganamos no vivimos.
Gracias a Dios por tener en él una respuesta diferente. Cuando conoces a Dios y tienes con él una relación personal te das cuenta, que el fracaso solo es el espejo para que veamos nuestras debilidades... sin embargo, también nos abre la puerta a confiar que detrás de nosotros y como respaldo hay un Dios inmenso que se perfecciona en nosotros cada vez que somos débiles. (1 Corintios 12:9).
Nos damos cuenta que la vida en Dios es una vida llena, abundante de nuevas oportunidades. Su palabra nos dice que cada mañana sus misericordias son nuevas. Traducido, a nuestra vida práctica significa que al año tenemos 365 nuevas oportunidades de intentarlo de nuevo. Claro, está la voluntad de que nosotros querramos levantarnos y volver a empezar. De desempolvar la armadura, gastada y abollada por los golpes de la vida, y ceñirla de nuevo, espada en mano para poder volver a pelear la batalla de la vida.
No importa cuan cansado estés... no es importante si la gente te ha llamado fracasado toda la vida. A Dios no le importa tu estado actual, le importa tu corazón, le importa que sepas que en él, puedes alcanzar todas tus metas y todos tus sueños. A Dios le interesas tú, con todo tu equipaje de buenos y malos momentos. Si te acercas a él, y le entregas tu vida, totalmente, con todos tus sueños frustrados y tus equivocaciones, el enderezará tu senda, y hará que veas días mejores en tu vida... Lavará tus heridas, alistará tus manos, aderezará tus pies y te alistará para que empieces a caminar de nuevo... de su mano, aferrado a él, reconociendo que no serán tus fuerzas las que te ayudarán a alcanzar el éxito, sino la gracia infinita de quien todo lo ha dado por tí.
Gracias a Dios, porque en él... podemos volver a empezar. No importa la edad, no importa el estado físico. En Él siempre hay una puerta abierta, para volver a soñar de nuevo.
Recuerda que ando errante y afligido,
que me embargan la hiel y la amargura.
Siempre tengo esto presente,
y por eso me deprimo.
Pero algo más me viene a la memoria,
lo cual me llena de esperanza:
que me embargan la hiel y la amargura.
Siempre tengo esto presente,
y por eso me deprimo.
Pero algo más me viene a la memoria,
lo cual me llena de esperanza:
El gran amor del Señor nunca se acaba,
y su compasión jamás se agota.
Cada mañana se renuevan sus bondades;
¡muy grande es su fidelidad!
Por tanto, digo:
«El Señor es todo lo que tengo.
¡En él esperaré!»
y su compasión jamás se agota.
Cada mañana se renuevan sus bondades;
¡muy grande es su fidelidad!
Por tanto, digo:
«El Señor es todo lo que tengo.
¡En él esperaré!»
Bueno es el Señor con quienes en él confían,
con todos los que lo buscan.
Bueno es esperar calladamente
a que el Señor venga a salvarnos.
(Lamentaciones 3:19-26) NVI
colaboración de: Lorena Pérez
con todos los que lo buscan.
Bueno es esperar calladamente
a que el Señor venga a salvarnos.
(Lamentaciones 3:19-26) NVI
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