La raíz latina de la palabra ilusión es “Luderi” que significa “Lúdico”. Tener ilusiones no es otra cosa que poner la vida entre paréntesis y corretear por los sueños. El descubrimiento es maravilloso: ilusionarse es futuro. Si el “aquí y el ahora “es la condición para transcender, la ilusión es el motor de la consciencia humana. Los animales no tienen ilusiones, no sueñan despiertos, solo sueñan dormidos. No hay imaginarios porque no hay quien imagine. No hay significado.
Nosotros no hacemos otra cosa que construir significados. Somos especialistas en otorgarle sentido a las cosas. Los soñadores tiene claro que la vida tiene propósitos y cada persona le da sentido a ellos y quizás en el fondo, la vida no sea otra cosa que eso: remontarse con la imaginación y fabricar llegadas, aunque no hallamos partido. Volar hacia mil historias sin fin, con finales creados a imagen y semejanza del soñador.
La mente es un juguete y soñar es el juego por excelencia. No hablo de la esperanza pueril e irracional del iluso. El iluso es un jugador compulsivo que confunde la fantasía con lo real. Es esclavo de lo virtual, un rehén de la informática biológica. Me refiero a la capacidad de automotivarse y desarticular las contingencias, acabar con los refuerzos y minimizar los castigos. Hablo de alejarse del control externo y desplegar las alas del más descarado anhelo. Hay gente que carece de ficción y no comprende lo metafórico. Se los puede ver con los pies clavados en la tierra, ajustados al reloj inmodificable de lo simple. Silenciosos, elementales como una sombra e incrustados en un pragmatismo insoportable. La capacidad de visualizar acontecimientos fuera del alcance de la visón normal los marea y la fantasía los agobia.
Sin embargo, nadie se salva de las Ilusiones. Tarde que temprano ellas llegan sin aviso, arremeten desde adentro y vuelven añicos la melancolía taciturna de la siesta. Aunque hagamos repulsa, ellas nos obligan a sonreír. Ellas dibujan la expresión sutil, inconfundible, de los que se han atrevido a saltar al otro lado de la realidad. Las quimeras son la savia de la vida, la motivación fundamental que nos mantiene de pie cuando ya hace rato deberíamos haber caído.
Las ilusiones son nuestra. Nos pertenecen, son intocables, irrevocables, irremediablemente expansivas, intransferibles y acompasadas con nuestros deseos más íntimos. Desear es Ilusionarse. No sabemos hasta dónde podemos eliminar realmente el deseo y la mayoría de personas que lo intentan entran en la contradicción de desear no desear. Pero la pregunta es: si en verdad pudiéramos hacerlo. ¿Eliminarías las ilusiones de tu vida? ¿O será que es imposible no ilusionarse alguna vez? La mente es un péndulo que se mueve entre el pasado y el futuro y pasa por el presente sólo por instantes fugaces, casi con misterio, de asombro, o mejor, de susto filosófico. Me pregunto si las ilusiones no son también parte de la razón de estar vivos y si ellas no esconden, de alguna manera, el destello de la sabiduría que tanto anhelamos. ¿No será que vinimos al planeta a soñar sin bostezar? ¿A ser parte de la construcción de propósitos grandes? ¿No será que vinimos a compartir un sueño común que aún no comprendemos? No puedo evitar referirme a un hombre llamado José que soñó en que seria una persona de gran importancia y aun reinaría sobre sus hermanos mayores. Y con el desagrado de toda su familia, llego a ser puesto en lugares de preeminencia y gobernó conforme fueron sus sueños. (Génesis 37:3-11)-(Génesis 41: 39-46) fueron años de luchas y sufrimientos, pero llego a la realización de esos sueños.
Quizás sea tu caso. No desmayes, continúa luchando, afirmando y proyectándote en tus ilusiones, pronto veras que no fue en vano soñar.
Nosotros no hacemos otra cosa que construir significados. Somos especialistas en otorgarle sentido a las cosas. Los soñadores tiene claro que la vida tiene propósitos y cada persona le da sentido a ellos y quizás en el fondo, la vida no sea otra cosa que eso: remontarse con la imaginación y fabricar llegadas, aunque no hallamos partido. Volar hacia mil historias sin fin, con finales creados a imagen y semejanza del soñador.
La mente es un juguete y soñar es el juego por excelencia. No hablo de la esperanza pueril e irracional del iluso. El iluso es un jugador compulsivo que confunde la fantasía con lo real. Es esclavo de lo virtual, un rehén de la informática biológica. Me refiero a la capacidad de automotivarse y desarticular las contingencias, acabar con los refuerzos y minimizar los castigos. Hablo de alejarse del control externo y desplegar las alas del más descarado anhelo. Hay gente que carece de ficción y no comprende lo metafórico. Se los puede ver con los pies clavados en la tierra, ajustados al reloj inmodificable de lo simple. Silenciosos, elementales como una sombra e incrustados en un pragmatismo insoportable. La capacidad de visualizar acontecimientos fuera del alcance de la visón normal los marea y la fantasía los agobia.
Sin embargo, nadie se salva de las Ilusiones. Tarde que temprano ellas llegan sin aviso, arremeten desde adentro y vuelven añicos la melancolía taciturna de la siesta. Aunque hagamos repulsa, ellas nos obligan a sonreír. Ellas dibujan la expresión sutil, inconfundible, de los que se han atrevido a saltar al otro lado de la realidad. Las quimeras son la savia de la vida, la motivación fundamental que nos mantiene de pie cuando ya hace rato deberíamos haber caído.
Las ilusiones son nuestra. Nos pertenecen, son intocables, irrevocables, irremediablemente expansivas, intransferibles y acompasadas con nuestros deseos más íntimos. Desear es Ilusionarse. No sabemos hasta dónde podemos eliminar realmente el deseo y la mayoría de personas que lo intentan entran en la contradicción de desear no desear. Pero la pregunta es: si en verdad pudiéramos hacerlo. ¿Eliminarías las ilusiones de tu vida? ¿O será que es imposible no ilusionarse alguna vez? La mente es un péndulo que se mueve entre el pasado y el futuro y pasa por el presente sólo por instantes fugaces, casi con misterio, de asombro, o mejor, de susto filosófico. Me pregunto si las ilusiones no son también parte de la razón de estar vivos y si ellas no esconden, de alguna manera, el destello de la sabiduría que tanto anhelamos. ¿No será que vinimos al planeta a soñar sin bostezar? ¿A ser parte de la construcción de propósitos grandes? ¿No será que vinimos a compartir un sueño común que aún no comprendemos? No puedo evitar referirme a un hombre llamado José que soñó en que seria una persona de gran importancia y aun reinaría sobre sus hermanos mayores. Y con el desagrado de toda su familia, llego a ser puesto en lugares de preeminencia y gobernó conforme fueron sus sueños. (Génesis 37:3-11)-(Génesis 41: 39-46) fueron años de luchas y sufrimientos, pero llego a la realización de esos sueños.
Quizás sea tu caso. No desmayes, continúa luchando, afirmando y proyectándote en tus ilusiones, pronto veras que no fue en vano soñar.
1 comentario:
Gracias amigo por este tema tan hermoso, como que el camino, las piedritas y las montañas nos van apartando de nuestros sueños... y de pronto te encuentras como que tienes que rebuscarlos... gracias por encender de nuevo en mi la chispa de la ilusión, tus palabras me han ayudado muchísimo estos días... saludos
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