lunes, 27 de abril de 2009

Cuando se acaban los caminos...

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Cuando se cierran todas las puertas, cuando todos los caminos acaban, y te sientes perdido (a), cuando tu vida ha llegado en un punto donde la duda y la incertidumbre te atacan... cuando no sabes qué hacer, cuál es el próximo paso a dar...

Cuando, las nubes grises se han llegado a instalar sobre tí, y el sol brilla muy lejos, y el ánimo se pierde. Y el silencio, la oscuridad, y el frío es todo lo que tu quisieras sentir. No decaigas, no dejes que el desánimo te acongojen. No permitas que la tempestad vuelque tu barca. Es aquí, donde se prueban las promesas, es aquí donde sabemos de qué madera estamos hechos, es este momento cuando nos damos cuenta de la inmensa misericordia de un Dios, que aunque no se vea humanamente, aunque no podamos sentirlo y las circunstancias nos lo alejen (según nosotros), El está más cerca, sosteniéndonos de su mano.

No hay ninguna circunstancia que se le salga de las manos a Dios acerca de sus hijos. Dios es dador de vida, de vida eterna, así también de amor, y esperanza. Su tiempo no es el nuestro, ni sus caminos, los caminos del hombre. Pero al final, como dice la palabra, todas las cosas ayudan a bien, a aquellos que le aman (Romanos 8:28).

No te sientas perdido (a), no pienses que acá acabó todo. Levántate y resplandece, que tu salvación está por llegar. Y sea cual fuere la senda que te toque caminar, para llegar a tu redención, no dudes por un momento, que al final de la misma, está Dios y su misericordia.

Misericordioso y clemente es Jehová;
Lento para la ira, y grande en misericordia.

No contenderá para siempre,
Ni para siempre guardará el enojo.

No ha hecho con nosotros conforme a nuestras iniquidades,
Ni nos ha pagado conforme a nuestros pecados.

Porque como la altura de los cielos sobre la tierra,
Engrandeció su misericordia sobre los que le temen.

Cuanto está lejos el oriente del occidente,
Hizo alejar de nosotros nuestras rebeliones.

Como el padre se compadece de los hijos,
Se compadece Jehová de los que le temen.

Porque él conoce nuestra condición;
Se acuerda de que somos polvo.

Salmo 103:11-14

(Colaboración Lorena Pérez)

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