Todos sabemos que el secreto para tener y mantener buenas relaciones con el resto del genero humano, llámese pareja, familia, amigos, compañeros de trabajo, grupo o lo que sea. Radica en la comunicación. Pero una cosa es saberlo y decirlo y otra ponerlo en practica y que funcione. En especial, cuando se trata de relaciones conyugales, que son las mas vulnerables. No importa el tiempo que se lleve en una relación. Pueden ser meses o años. Lo importante es sentirse conectado(a) con la otra persona y lo que cuenta es cómo se comparte esa información emocional tanto en palabras como en actitudes. No se trata de lo que se dice o lo que se hace, sino más bien de cómo se trasmite.
Las personas que reaccionan positivamente a esa conexión emocional, en caso de discusión y peleas, pueden expresarse mejor y hacer gala de “herramientas” positivas y conciliadoras como el sentido del humor, afecto e interés. Todo lo cual ayuda a decantar sentimientos negativos, malos genios y resentimientos. Quienes en medio de una discusión pueden hacer una verdadera presencia sin cortar la comunicación, tienen más y mejores oportunidades de resolver conflictos, reparar sentimientos heridos y construir respuestas positivas de la contraparte.
Sin embargo, esto que suena tan fácil y hasta bonito debe empezar a “trabajarse” antes de que las asperezas irrumpan. Cotidianamente, con el intercambio de información emocional que, cuando se da como es debido, es el que hace que las relaciones sean más amorosa y estables.
La mayoría de las personas que deciden unir vida y destino no lo hacen con la intención de romper o fracasar en la relación. Sin embargo, es lo que sucede con demasiada frecuencia y todo porque las personas no le prestan la suficiente atención a las necesidades emocionales de los otros. Muchas veces ese desinterés no es intencional, simplemente las personas se involucran demasiado en sus propios asuntos. Pero los resultados son los mismos, falta de conexión. Por otro lado, prestar atención a la otra persona conduce a la formación de relaciones más satisfactorias y estables. Cuando se hace presencia y se presta atención a la pareja, siempre va a haber respuesta. Si su objetivo es tener una buena relación con la pareja, hay que concentrarse en estar ahí y hacer presencia.
Los conflictos son inevitables cuando se comparte actividades y aspiraciones. Como se exprese la posición que se tiene en el conflicto es lo que hace la diferencia. La regla de oro consiste en decir lo que se siente o quejarse en el momento y en el espacio oportuno pero sin criticar. ¿Cual es la diferencia? La queja generalmente tiene que ver con un problema específico. La crítica es mas global e implica juzgamiento. Incluye, con frecuencia, juicios como “tu siempre...” o “tu nunca...”.
La crítica ataca el carácter, usualmente con etiquetas negativas. Decir y escuchar quejas no siempre resulta fácil. Pero por lo general, vale la pena prestarles atención porque pueden ayudar al entendimiento mutuo y a resolver los problemas. Por el contrario, la crítica conduce a lo opuesto. Hiere los sentimientos e incrementa las tensiones y los resentimientos. Cuando se esta a la defensiva es casi imposible que se dé una buena comunicación y mucho menos una buena relación.
Cuando las cosas se salen de su cauce, la gente se pregunta con frecuencia si fue por algo que dijo. Bueno, eso puede ser. Pero con más frecuencia, lo que daña una relación es lo que no dice. Muchos sinsabores y malentendidos surgen de hechos y asuntos que las personas necesitan ventilar, pero que nunca terminan de hacerlo. Como resultado de las tensiones y confusiones que inevitablemente se presentan, llueven peleas que conducen a la hostilidad, al resentimiento y al escapismo. Si en una relación los conflictos hacen parte de la cotidianidad, lo mejor es darle un vistazo a todo aquello que no se ha discutido abiertamente. Mejor dicho, a lo que se ha callado.
Si bien hablar de lo que se siente suena fácil, todos sabemos que no todas las veces resulta tan sencillo desnudar el alma. Pero siempre hay una manera de empezar. Consiste simplemente en concentrase en los sentimientos en el momento. Ese pequeño paso es el que puede conducir la relación a la dirección correcta.
El odio despierta rencillas; Pero el amor cubrirá todas las faltas…
Las personas que reaccionan positivamente a esa conexión emocional, en caso de discusión y peleas, pueden expresarse mejor y hacer gala de “herramientas” positivas y conciliadoras como el sentido del humor, afecto e interés. Todo lo cual ayuda a decantar sentimientos negativos, malos genios y resentimientos. Quienes en medio de una discusión pueden hacer una verdadera presencia sin cortar la comunicación, tienen más y mejores oportunidades de resolver conflictos, reparar sentimientos heridos y construir respuestas positivas de la contraparte.
Sin embargo, esto que suena tan fácil y hasta bonito debe empezar a “trabajarse” antes de que las asperezas irrumpan. Cotidianamente, con el intercambio de información emocional que, cuando se da como es debido, es el que hace que las relaciones sean más amorosa y estables.
La mayoría de las personas que deciden unir vida y destino no lo hacen con la intención de romper o fracasar en la relación. Sin embargo, es lo que sucede con demasiada frecuencia y todo porque las personas no le prestan la suficiente atención a las necesidades emocionales de los otros. Muchas veces ese desinterés no es intencional, simplemente las personas se involucran demasiado en sus propios asuntos. Pero los resultados son los mismos, falta de conexión. Por otro lado, prestar atención a la otra persona conduce a la formación de relaciones más satisfactorias y estables. Cuando se hace presencia y se presta atención a la pareja, siempre va a haber respuesta. Si su objetivo es tener una buena relación con la pareja, hay que concentrarse en estar ahí y hacer presencia.
Los conflictos son inevitables cuando se comparte actividades y aspiraciones. Como se exprese la posición que se tiene en el conflicto es lo que hace la diferencia. La regla de oro consiste en decir lo que se siente o quejarse en el momento y en el espacio oportuno pero sin criticar. ¿Cual es la diferencia? La queja generalmente tiene que ver con un problema específico. La crítica es mas global e implica juzgamiento. Incluye, con frecuencia, juicios como “tu siempre...” o “tu nunca...”.
La crítica ataca el carácter, usualmente con etiquetas negativas. Decir y escuchar quejas no siempre resulta fácil. Pero por lo general, vale la pena prestarles atención porque pueden ayudar al entendimiento mutuo y a resolver los problemas. Por el contrario, la crítica conduce a lo opuesto. Hiere los sentimientos e incrementa las tensiones y los resentimientos. Cuando se esta a la defensiva es casi imposible que se dé una buena comunicación y mucho menos una buena relación.
Cuando las cosas se salen de su cauce, la gente se pregunta con frecuencia si fue por algo que dijo. Bueno, eso puede ser. Pero con más frecuencia, lo que daña una relación es lo que no dice. Muchos sinsabores y malentendidos surgen de hechos y asuntos que las personas necesitan ventilar, pero que nunca terminan de hacerlo. Como resultado de las tensiones y confusiones que inevitablemente se presentan, llueven peleas que conducen a la hostilidad, al resentimiento y al escapismo. Si en una relación los conflictos hacen parte de la cotidianidad, lo mejor es darle un vistazo a todo aquello que no se ha discutido abiertamente. Mejor dicho, a lo que se ha callado.
Si bien hablar de lo que se siente suena fácil, todos sabemos que no todas las veces resulta tan sencillo desnudar el alma. Pero siempre hay una manera de empezar. Consiste simplemente en concentrase en los sentimientos en el momento. Ese pequeño paso es el que puede conducir la relación a la dirección correcta.
El odio despierta rencillas; Pero el amor cubrirá todas las faltas…
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