La dura realidad nos dice que estamos rodeados de etapas difíciles, y que la vida es una prueba constante, pero ¿Cómo reconocemos nuestra fortaleza? Muy a menudo confundimos la fortaleza con la agresión, muchos lo hacen ya sea de una forma verbal o simplemente a través de los golpes.
Siempre hemos oído decir, o nos han dicho, que quien sobrevive es el más fuerte, ese que enfrenta a otro sin importar las consecuencias. Mi forma de verlo es distinta, para mí la fortaleza tiene otro significado, es poder dar felicidad a otro aun si tú no eres feliz, es calmarte en momentos de desesperación, demostrando alegría cuando se está triste, esto es algo en lo que debemos trabajar mucho.
La fortaleza la vas cultivando en tu interior. Sí, porque eres capaz de sonreír cuando sólo quieres llorar, es tener el corazón partido en mil pedazos y a pesar de ello, puedes hacer a otros felices. La fortaleza de tu espíritu está cuando eres capaz de perdonar a quien no merece tu perdón, cuando tu angustia es tan grande que quieres gritarle al mundo lo que sientes y sin embargo callas. También es poder dar consuelo a otros cuando eres tu quien necesita ser consolado, cuando necesitas un simple “Te quiero”.
Por eso, siento que en la vida, Dios nos da la oportunidad de amar a todo el universo y saber amar nos hace más fuerte. Tu fortaleza depende de lo que veas y no veas, en saber que eres infinitamente fuerte, la fortaleza está en ti, en lo que creas y das, Jesús en su palabra nos invita a creer, al hacerlo podemos crecer y ver que no importa cuán difícil sea la vida, se hará más simple y siempre podremos seguir adelante. El dice: Al que cree todo le es posible.
Pero no olvides “La fortaleza” no significa cuántas bofetadas das, cuántos kilos puedes levantar, cuan duras son tus palabras, cuántos seres matas o cuánto dinero hagas. La fortaleza del ser humano está en lo que creas con tu espíritu, en lo que puedes dar a los demás y en lo que tú mismo te puedes dar.
En tu entrega, ama a todo lo que te rodea, a tu universo, da gracias a Dios constantemente y no te quejes, mira a tu alrededor lo bello que tienes, respira hondo y disfrútalo, no vivas una y otra vez lo que sabes que no volverás a tener o no volverá a suceder. La fortaleza de nuestro ser se nutre de la experiencia del silencio, de la conexión constante con la fuente eterna que es Dios, quien nos quiere llenar de la fuerza que necesitamos, aun para las situaciones más extremas, quién nos llena de la paz que sobrepasa todo entendimiento. Y a nivel práctico, nos fortalecemos teniendo una actitud honesta y sincera ante la vida y los demás.
En cualquier caso, con la ayuda de Dios, que me da fortaleza y poder, estoy preparado para hacer lo que sea necesario
(Filipenses 4:13) CST.
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